El glaciar en Narsarsuac, Groenlandia.

‘Detendremos la mina’: los habitantes de Groenlandia desconfían de los proyectos de explotación

La isla es rica en materiales muy escasos necesarios para los autos eléctricos y las turbinas eólicas, pero una minera enfrenta la resistencia de activistas y manifestantes.

NARSAQ, Groenlandia — Esta isla enorme, remota y escasamente habitada es conocida por sus paisajes congelados, fiordos lejanos y glaciares que desprenden capas de hielo gigantes hacia el mar.

Sin embargo, Groenlandia cada vez es más conocida por algo más: sus minerales raros. Esto se debe al cambio climático y al frenesí del mundo por acelerar el desarrollo de la tecnología ambiental.

A medida que el calentamiento global derrite el hielo que cubre el 80 por ciento de la isla, este ha impulsado una demanda por las reservas posiblemente abundantes en Groenlandia de minerales difíciles de encontrar, los cuales tienen nombres como neodimio y disprosio. Estas llamadas tierras raras, utilizadas en turbinas eólicas, motores eléctricos y muchos otros dispositivos electrónicos, son materias primas esenciales ahora que el mundo intenta romper con su adicción a los combustibles fósiles.

China tiene casi un monopolio sobre estos minerales. El descubrimiento de que Groenlandia podría ser un proveedor rival ha desatado una fiebre del oro moderna.

Las superpotencias mundiales están compitiendo para ganar influencia. Los inversionistas multimillonarios están apostando a lo grande. Las empresas mineras se han instalado en varias zonas de la isla en una búsqueda que incluye níquel, cobalto, titanio y, sí, oro.

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Kvanefjeld, el lugar donde se llevaría a cabo la explotación minera.

Sin embargo, aquellos que desean explotar las riquezas de la isla tendrán que vérselas con Mariane Paviasen y los residentes de la aldea de Narsaq, mayoritariamente indígenas.

Antes de ser elegida al Parlamento de Groenlandia en abril, Paviasen fue gerente de un helipuerto que era una de las pocas maneras de llegar a Narsaq, un pueblo en la entrada de un fiordo en la costa suroeste de la isla.

Las fuerzas que están dando nueva forma al planeta —el clima extremo provocado por el aumento de temperaturas, y la demanda creciente de vehículos eléctricos y otros tipos de tecnología ambiental que requiere fragmentos de metales raros— convergen en Narsaq, donde la pesca es la industria principal y la mayoría de las personas viven en casas de madera pintadas de colores brillantes con tejados de cartón asfaltado.

Debido al cambio climático, en invierno, el fiordo cercano ya no se congela con tanta firmeza como para que los autos puedan desplazarse sobre él.

No obstante, las cumbres rocosas que se elevan sobre Narsaq, con una población de alrededor de 1700 personas, también contienen las que quizá sean las concentraciones más ricas de minerales raros en el mundo. La calamita atrajo a una empresa australiana con inversionistas chinos que tenía la esperanza de excavar con explosivos una mina a cielo abierto… hasta que se topó con Paviasen.

La mina traería empleos e ingresos tributarios a la aldea, pero también produciría uranio radiactivo. Eso alarmó a Paviasen, quien en 2013 formó un grupo de protesta que llamó Urani? Namiik, que en groenlandés significa “¿Uranio? No”.

“Yo sabía que esto podía afectarnos. Así que tuve que hacer algo”, afirmó.

Paviasen es una persona reservada que habla en tono suave y elige muy bien sus palabras, al menos cuando habla en inglés, que no es su lengua materna. Sin embargo, también se ha ganado una reputación en la región por ser implacable y su oposición a la mina la ha convertido en una figura bastante destacada.

En las elecciones para el Parlamento celebradas en abril, Paviasen y su grupo de protesta superaron una decidida iniciativa de cabildeo por parte de la empresa minera, Greenland Minerals, y volvieron la opinión pública a favor de un partido que prometió detener la mina.

La victoria de Paviasen y su alianza de criadores de ovejas, pescadores y otros residentes envió una señal a los que tienen en la mira la riqueza mineral de Groenlandia.

La lección fue que cualquier proyecto que amenazara el medioambiente o el sustento de la comunidad tendría problemas con los residentes de la región que eran perfectamente capaces de plantar cara a los intereses poderosos.

Paviasen también está consciente de que sigue habiendo dinero extranjero de por medio. “Las empresas mineras saben lo que tenemos en Narsaq”, dijo con el ceño fruncido. “No estamos a salvo en el futuro”.

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Un glaciar que alimenta el fiordo cerca de Narsaq se ha reducido notablemente en los últimos años.

Los habitantes, que ya sufren los efectos del cambio climático, no quieren sufrir aún más para que el resto del mundo pueda conducir carros eléctricos.

“Sin aire y agua limpios, no podemos existir”, dijo Mariane Paviasen.

Con 58.000 habitantes en un área que equivale a la mitad de la Unión Europea, Groenlandia ha sido una meca para la prospección desde el siglo XIX debido a su historia geológica. Ya que casi no hay árboles y la vegetación es muy escasa, es mucho más fácil para los geólogos analizar las rocas y encontrar lugares para excavar donde es más probable encontrar menas valiosas.

El cambio climático ha expuesto más depósitos potenciales. Los barcos con rumbo al Pacífico que llevan cargamentos de minerales ahora pueden navegar por la parte superior de Canadá casi todo el año, acortando el trayecto hacia las plantas procesadoras en Asia.

En vista de la nueva categoría que ha adquirido Groenlandia, Estados Unidos ha reforzado su presencia diplomática. Antony Blinken visitó la isla en mayo, cuatro meses después de ser nombrado secretario de Estado por el presidente Joe Biden, para reunirse con miembros del nuevo gobierno recién elegido de Groenlandia. El año pasado, Estados Unidos inauguró un consulado en Nuuk, la capital, por primera vez desde la década de los cincuenta. Una delegación de funcionarios estadounidenses visitó la isla el mes pasado y prometió brindar asistencia para mejorar el comercio, la educación y la industria minera.

Anglo American, un gigante minero británico, se ha apropiado franjas de una isla donde se cree que hay depósitos lucrativos de níquel, que es esencial para la mayoría de las baterías que usan los autos eléctricos. En agosto, KoBold Metals, una empresa de California respaldada por Bill Gates y Jeff Bezos, formó una operación conjunta con Bluejay Mining, una empresa británica, con el objetivo de buscar minerales en Groenlandia usando inteligencia artificial para identificar depósitos entre montañas de datos.

En este momento, solo hay dos minas activas en Groenlandia, una produce rubíes y la otra anortosita, utilizada en pinturas, revestimientos de plástico y variedades especiales de vidrio. No obstante, decenas de empresas tienen proyectos de exploración en curso, y cinco tienen licencias para comenzar a excavar.

Los líderes del nuevo gobierno en Groenlandia ven los minerales del país como una vía hacia la independencia financiera de Dinamarca. Groenlandia tiene un parlamento que supervisa los asuntos nacionales, pero Dinamarca determina la política exterior y subvenciona el presupuesto de Groenlandia con 3900 millones de coronas danesas, o unos 620 millones de dólares, al año.

Nadie cree que Groenlandia tenga las reservas suficientes para convertirse en la Arabia Saudita del níquel o el titanio. Dinamarca se quedaría con una gran porción de las regalías mineras.

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El dinero podría utilizarse para mejorar las vías de transporte y la educación y lograr que la economía dependa menos de la pesca.

En los muelles la oposición a las minas es casi unánime.

Tal vez no debería sorprender que las personas que soportan los inviernos árticos y cazan ballenas en pequeñas embarcaciones no teman enfrentar a las empresas mineras de propiedad extranjera.

Hace poco, en una soleada y fresca mañana de sábado, unos hombres bajaron a un muelle de Narsaq bordeado de pequeñas embarcaciones. Algunos llevaban rifles al hombro y, en un caso, un arpón muy usado. Algunos se dirigían a cazar focas, mientras que otro grupo planeaba buscar ballenas minke.

Otros hombres —todos eran hombres— se limitaban a observar y chismear desde sillas dispares frente a un cobertizo. La oposición a la mina parecía ser unánime.

“A mis hijos y nietos también les gustaría vivir en este pueblo”, dijo Emanuel Joelsen, uno de los cazadores de ballenas. La carne de ballena sigue siendo una parte importante de la dieta de los groenlandeses, a quienes los acuerdos internacionales permiten cazar un número limitado de animales.

Como casi todos los asentamientos de Groenlandia, a Narsaq solo se puede llegar por mar o por aire. La mayoría de la gente habla groenlandés, la lengua indígena emparentada con las lenguas inuit que se hablan en Canadá y Alaska. Los principales empleadores son el gobierno y una pequeña fábrica que limpia y congela halibut, salmón y camarones capturados por la población local para su exportación a Asia.

Los habitantes de Narsaq estaban inicialmente a favor de la mina cercana, atraídos por la promesa de puestos de trabajo muy necesarios. “Decían que los habitantes de Narsaq se harían ricos gracias a la mina”, explica Niels Sakeriassen, que dirige la planta de procesamiento de pescado.

Pero la opinión cambió a medida que la gente se fue enterando del proyecto. Los residuos de la mina a cielo abierto se depositarían en un lago situado sobre la ciudad. Los habitantes de Narsaq desconfiaron de las garantías ofrecidas por Greenland Minerals de que un dique impediría que el agua radiactiva llegara a sus hogares.

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Jan Rehtmar Petersen, a la izquierda, y Niels Sakeriassen. “No tenemos dinero, pero tenemos conexión a internet”, dijo Petersen, profesor en Narsaq y activista contra las minas.

Los ejecutivos de la industria minera afirman estar conscientes de la necesidad de prestar atención a las inquietudes sobre el clima. En agosto, llovió por primera vez en una estación de investigación en el punto más alto de la capa de hielo de Groenlandia. Fue un tema de conversación en todas las reuniones groenlandesas.

Algunas empresas mineras ven una oportunidad de establecer a Groenlandia como una fuente respetada de materia prima para la generación de energía y el transporte libres de emisiones.

“Se puede hacer de la manera correcta”, dijo Bo Moller Stensgaard, exgeólogo del gobierno danés que ahora es director ejecutivo de Bluejay Mining.

Señaló los planes de Bluejay para empezar a minar ilmenita, un mineral que contiene titanio, de un sitio ubicado a cientos de kilómetros de Narsaq. La ilmenita se puede separar de la arena negra que la contiene por medio de imanes en lugar de químicos tóxicos, afirmó Stensgaard, y la arena se restaurará tras completar la extracción.

En el lado opuesto del fiordo de Narsaq hay un proyecto minero cuyo principal promotor no ha generado la misma hostilidad que Greenland Minerals. Greg Barnes, un veterano prospector de Australia, tiene una licencia para explotar la zona, conocida como Tanbreez. El sitio solo tiene trazas de radiactividad, dijo Barnes desde Australia, pero ricos depósitos de metales como el tantalio, utilizado en los teléfonos celulares, y el circonio, utilizado en las celdas de combustible y varios tipos de electrónicos.

Es posible que Barnes haya contribuido involuntariamente a que Donald Trump haya propuesto la idea de comprar Groenlandia mientras era presidente. La noticia de que Trump quería adquirir la isla de Dinamarca surgió poco después de que Barnes visitara la Casa Blanca en 2019 para informar a los funcionarios sobre el potencial de Groenlandia.

Si bien negó que haya plantado la idea en la cabeza de Trump, Barnes dijo que los funcionarios estadounidenses “nos ven como una solución” al dominio de China en los minerales raros.

Hasta ahora, Paviasen y su grupo se han centrado en detener el proyecto de Greenland Minerals. Pero observan con cautela los planes de Barnes.

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El aislamiento tiene recompensas: los agricultores de Groenlandia disfrutan de unos de los paisajes más espectaculares del mundo. 

Greenland Minerals ha mantenido un perfil bajo desde que las elecciones de abril pusieron en el poder a un gobierno que está en contra del uranio, pero no ha renunciado a la extracción cerca de Narsaq. La empresa está buscando maneras de resolver las inquietudes locales, por ejemplo, enviar los minerales a procesar en otra parte en lugar de separar el uranio en Narsaq.

Greenland Minerals prometió capacitar a los residentes de la región para que trabajen en la mina y comprar a proveedores locales siempre que le fuera posible. También encargó estudios que muestran que la radioactividad de la mina sería insignificante y que tendría un impacto mínimo en el medioambiente.

El proyecto traería “muchos beneficios a Narsaq y al sur de Groenlandia”, declaró John Mair, director general de Greenland Minerals, en un correo electrónico. “Sería un estímulo económico significativo para los negocios locales”.

El accionista más grande de Greenland Minerals, con un 9,4 por ciento de participación, es Shenghe Resources, que tiene lazos cercanos con el gobierno chino. Mair niega los informes periodísticos que dicen que Greenland Minerals es una pantalla para los intereses chinos, y afirma que Shenghe representa un papel consultivo crucial. “No hay ninguna organización occidental que pueda igualar el dominio y la pericia de Shenghe” en materia de minerales de tierras raras, declaró Mair.

Algunos residentes de la región apoyan el proyecto de minería, aunque suelen ser menos visibles. “Es cuestión de empleos, trabajo, mucho dinero para los lugareños”, dijo Jens Karl Petersen, cocinero en Narsarsuac, una antigua base aérea de Estados Unidos a unos 48 kilómetros de Narsaq.

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Los criadores de ovejas temen que la mina pueda reducir su ya limitada superficie de pastoreo.

Ahora mismo les cuesta producir suficiente heno para pasar el duro invierno de Groenlandia.

Muchos de ellos, como Aviaja Lennert también temen que los desechos radiactivos de las minas hagan daño a su rebaños.

En un día soleado de agosto, Aviaja Lennert, que cría ovejas en una granja más tierra adentro que Narsaq, condujo su camioneta maltratada de doble tracción por un camino precario de grava hacia la cima de una cumbre elevada y frenó. Debajo, los icebergs flotaban lentamente en el agua turquesa del fiordo. El único sonido era el viento y uno que otro “beee” de una oveja que pastaba en las laderas escarpadas y rocosas.

Lennert, que también trabaja como profesora de una escuela y renta una casa pequeña en su granja a los turistas, caminó con ligereza hacia una cuesta cercana y señaló un bloque más elevado de montaña color gris oscuro.

“Ahí va a estar la mina”, dijo.

Sus ovejas, criadas para vender su carne, pastaban al pie de la montaña. “Me preocupa mi familia”, comentó Lennert, que está casada y tiene tres hijos. “Me preocupan mis ovejas”.

Lennert y otros ganaderos de la zona, una de las pocas en Groenlandia que es suficientemente cálida para la agricultura, son de los partidarios más fervientes del grupo de protesta de Paviasen. Temen que las personas dejen de comprar su carne por creer que está contaminada. El símbolo de la organización, un sol sonriente y anaranjado, está pintado en un costado del establo de Lennert.

La ganadería ovina en Groenlandia no es un estilo de vida sencillo. Los caminos son tan accidentados que los hijos de algunos ganaderos duermen varios días a la semana en su escuela primaria, ubicada en un pueblo cercano. El trayecto diario sería demasiado arduo, aunque sus hogares están a tan solo unos 16 kilómetros de distancia.

En la primavera, cuando llegan los corderos, los ganaderos pasan semanas durmiendo en sus establos para atender partos difíciles. Es imposible ponerle precio a las recompensas de este tipo de vida.

“Este es uno de los lugares más hermosos de Groenlandia”, afirmó Paviasen. “Vale la pena luchar por él”.

“Detendremos la mina”.


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